de tu boca se cae un verso.
Me recitas en el hombro,
en la nuca
y en el hueco entre mi pómulo y el tabique de mi nariz.
Tu amor se siente como la tinta de los poetas,
va y viene, como tu inspiración,
viene y va, como tus musas.
Te veo salir del cuarto a preparar el desayuno a tus hijos,
te veo y te siento feliz, felices,
porque esta vez compones en mi casa,
reescribiendo nuestra historia, volviéndola a crear.
Y es justo en el momento en el que recogemos los platos
de una mesa llena de migas y dinosaurios de goma,
cuando noto que pierdes la rima,
que la aliteración se te empieza a hacer pesada,
que el siguiente encabalgamiento lo empezarás de nuevo
en una página nueva y que yo me veré, otra vez esperando
volver a ser tu Norte.
Mordiéndome los celos porque sé que que las palabras
las pondrá otra en tu boca.
Aún así esperaré paciente,
con el lado de tu cama hecho,
para volver a tenerte y que dibujes primaveras
con tu tinta sobre mi espalda.
Ya que sé que no es fácil
mantener siempre el ritmo
cuando se tararea entre dos.
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