lunes, 10 de octubre de 2016

Levantarse

Instrucciones para los caídos. 
Porque ahí, moflete en adoquín, 
también he estado yo 
más veces de las que hubiera deseado. 



Depende mucho de la manera en la que se encuentre nuestro cuerpo tendido en el suelo en el momento en el que seamos conscientes de que nos hemos caído, o bien en el que seamos conscientes de que nos tenemos que levantar.

Yo siempre me caigo de frente y, por lo general viéndolo venir, por lo que mi postura suele ser rodillas y manos en el suelo. En ocasiones la cara y casi siempre, para que engañarnos,  el pecho finaliza tocando tierra también.

Una vez en las bajuras, fruto de la vergüenza y la conmoción, tiendo a rodar sobre mi hombro derecho y a finalizar adoptando la postura fetal con el fin de tranquilizarme, protegerme de otros golpes y tratar de desaparecer (esto último nunca lo he conseguido). Por eso comenzaré este tutorial partiendo de esta pose de “gurruño" lateral en la que todos tarde o temprano nos hemos llegado a encontrar.

En primer lugar hay que relajar los párpados, abrir los ojos y cerciorarse de si tenemos o no a alguien alrededor. En el caso de que no haya nadie podemos seguir estas instrucciones al pie de la letra. Si por el contrario algún individuo o individuos estuviera atento a nuestra maniobra el proceso sería similar, únicamente habría que realizar los pasos más rápidos, más ágiles, sonriendo siempre y gritando bien alto “ no me caí + (incluir la excusa pertinente)”.

Comenzamos pues desde nuestra postura de caída máxima, hundidos y humillados. Con nuestro orgullo magullado tras soportar todo el peso de nuestro cuerpo. El primer paso es relajarse, para ello recuperaremos el ritmo habitual de la respiración, cadencioso, lento, firme. Yo pienso en piscinas, mis próximas vacaciones o en una venganza dulce y fría. De este modo y poco a poco los músculos se irán aflojando, la sangre correrá tranquila por nuestro cuerpo, volverá el calor, cesarán los sudores fríos. 

A quien tenga algo/alguien a mano, este es el momento idóneo de usarlo. Apoyarse es esencial, en un recuerdo, un sueño, una ventana, el duro suelo, un hombro o una frase. Eso nos ayudará a conseguir una postura más noble, menos deshonrosa y más cómoda desde la que seguir avanzando. 

En el momento en el que estemos con una rodilla en el suelo y la otra en postura de petición de mano, ya tendremos el amor propio suficiente como para apoyarnos en nosotros mismos. Si uno está aquí acompañado o tiene observantes cerca, esta es la situación idónea para soltar algún chiste o pretender que te estás atando el zapato. De otro modo las muecas de dolor y derrumbes están más que aceptadas. A continuación la mano correspondiente deberá hacer fuerza en la rodilla elevada impulsando el resto del cuerpo a tomar altura. 

Una vez en posición vertical habrá que recuperar el equilibrio, limpiarse las manchas, mirar con que se ha tropezado y procurar que no vuelva a pasar. 


Sacudirse los insultos, las malas caras, quitarse ese puñal de la espalda, recoger las piezas, soplar los restos, borrar números de la agenda.

También es el momento idóneo para desahogarse criticando al sujeto que ha propiciado la caída. Tened en cuenta que esta frase “cagarse en la perra” es temporal, una vez desahogados los males hay que tomar acción: dialogar y pasar página. Si no, además del cuerpo magullado, tendréis dolor intestinal de la mala hostia acumulada y eso nunca es bueno, por alguna razón niebla el juicio y acabamos otra vez donde habíamos empezado: lamiendo asfalto. 

Enhorabuena! Solo os queda reemprender la marcha, mirando hacia adelante, con el trote cochinero que os aleje del lugar/la circunstancia donde os la habéis pegado.



Nota al pie. Por experiencia propia, tanto con ayuda como sin ella, uno logra incorporarse. Tarde o temprano las piernas vuelven a estirarse y, por una extraña razón, todos nos largamos de la escena muy altivos, orgullosos y caminando.