Sabes esto que alguien coge una cadenita, de esas de oro o
de plata donde de pequeño colgabas la medalla de tu bautizo o tu primera comunión,
un puño de azabache o la cruz de la Victoria.
Una de esas cadenas finas que un día la dejas en una cesta
con más colgantes, o igual sola sin nada más. Y la descuidas, ni la miras, ni
la usas ni la tocas y un día te acuerdas de ella y ya no es cadena, no es
alargada, lineal, con principio y final. Se ha vuelto un amasijo de nudos que hay que trabajar, meticulosamente, sin
prisa y con cuidado. Y si no lo haces, si la dejas más, se hace bola. Una bola
dura y tensa de donde ya es imposible volver a sacar una cadena. Lo mismo
ocurre, en ocasiones, con las personas.
Amsterdam Abril 2014
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